Es inquietante. Para deleitarnos completamente con lo cambiante, con el rayo de esperanza que nos ofrece la electrónica, también anhelamos lo inalterable. Adoramos las viejas historias por su permanencia. Arturo sueña eternamente en Avalon. Bilbo puede «ir hasta allí y volver una y otra vez», y «allí» es siempre la querida y familiar Comarca. Don Quijote se empeña siempre en matar a un molino de viento... Así es que la gente acude a los reinos de fantasía en busca de estabilidad, de antiguas verdades, de simplicidades inmutables.
Y las fábricas del capitalismo se las proporciona. La oferta satisface la demanda. La fantasía se convierte en un producto, en una industria.
La fantasía hecha producto no acarrea riesgo alguno: no inventa nada, sino que imita y trivializa. Comienza por privar a las viejas historias de su complejidad intelectual y ética, convirtiendo su acción en violencia, a sus actores en muñecos, y a la verdad que revelan en un cliché sentimental. Los héroes blanden sus espadas, sus láseres, sus varitas mágicas, tan mecánicamente como cosechadoras, recogiendo las ganancias. Las elecciones morales profundamente perturbadoras son descafeinadas, transformadas en «encantadoras» y seguras. Las ideas apasionadamente concebidas por los grandes contadores de historias son copiadas, estereotipadas, reducidas a juguetes, moldeadas en plásticos de colores llamativos, anunciadas, vendidas, rotas, tiradas a la basura, reemplazables, intercambiables.
Con lo que los productores de fantasía cuentan, y lo que explotan, es la insuperable imaginación del lector, niño o adulto, que da vida incluso a esas cosas muertas —cierto tipo de vida, y sólo durante un rato.
La imaginación, como todas las cosas con vida, vive ahora., y vive con, desde y en, un verdadero cambio. Como todo lo que hacemos y tenemos, puede ser cooptada y degradada; pero sobrevive a la explotación comercial y didáctica. La tierra sobrevive a los imperios. Los conquistadores pueden dejar un lugar desierto donde había bosques y praderas, pero la lluvia seguirá cayendo, los ríos seguirán fluyendo hasta el mar. Los reinos inestables, mutables y falsos del «había una vez» forman parte de la historia y del pensamiento del ser humano tanto como las naciones que aparecen en nuestros atlas, y algunos son más perdurables.
Hemos habitado ambos, los reinos reales y los imaginarios, durante mucho tiempo. Pero en ningún lugar hemos vivido como nuestros padres o nuestros antepasados lo hicieron. El encantamiento cambia con el paso del tiempo y con la edad."
2 comentarios:
interesante... este era el prologo que tanto te gustaba, no?
en fin, ahora entiendo porque te gustaba xD
Siiip, jeje ^^
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